Trecho do livro Vida de María – Vida y misterio de la Santísima Virgen, de Frei Luís de Granada.
TRIUNFAL ACOGIDA EN LOS CIELOS
Mas ya es tiempo que tratemos del galardón que se dio a tales servicios, que son los privilegios que le fueron concedidos este día. Entre los cuales uno fue, según que refiere San Dionisio, hallarse los apóstoles presentes a la hora de sua fallecimiento, lo cual sería para ella materia de grande consolación, mas para ellos de grande soledad, viendo que ya quedaban del todo huérfanos de Padre y Madre.
Outro privilegio fue ser llevada al cielo en cuerpo y alma, y que su purísima carne, como la del Hijo bendito, no padeciese corrupción. Lo cual afirma San Agustín diciendo: Aquella purísima carne de donde tomó carne el Hijo de Dios, creer que fue entregada a los gusanos para que la comiesen, como no lo puedo creer, aí no lo oso decir.
Otro privilegio fue la fiesta y recibimiento tan solemne que se la haría a la salida de este mundo. Oh quén se hallara en aquella procesión tan gloriosa y gozara de aquella solemnidad! Leemos de algunos santos que fueron llevados por los ángeles, con voces y cantos celestiales, hasta el lugar de la sepultura, como se describe de San Martín. Y aun de aquel probrecito Lázaro dice el Evangelio que fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán (cf. Lc 16, 22). Pues si esta honra se hace a los santos, qué se haría a la Madre del Santo de los santos, mayormente habiendo sido ella medianera de la gloria de ellos, pues por su mano recibieron el fruto de la vida?
Pues siendo esto aí, qué harían en el día de su triunfo, el dia que se les ofrecía ocasión para mostrarle el agradecimiento y voluntad que tenían al Hijo e a la Madre? Con qué alegría la saldrían a recibir en medio de esos aires? Cuál sería aquel recibimiento? Qué voces, qué alabanzas, qué melodías, qué músicas allí se oirían?
Y qué sería ver con las voces de los hombres también las de los ángeles y el espanto de ellos cuando viesen una criatura de tan baja especie, como es una mujer nacida y criada en este mundo, levantarse sobre todas las criaturas y dejar a sus espaldas todos los coros de los ángeles y poner su silla al lado de Dios?
Y así, maravillados de esta grande novedad y gloria, comenzaron a decir: Quién es ésta, que sube del desierto, llena de deleites y recostada sobre su amado? (cf. Ct 8,5).
Otros, considerando el olor suavísimo de sus virtudes, decían: Quién es ésta, que sube como una vara delgada de bumo de mirra e incienso y de todos los polvos olorosos, que son todas las virtudes? (cf. Ct 3, 6).
Outros, considerando la grandeza de su resplandor y hermosura, decían: Quién es ésta, que sube a lo alto como la luz de la mañana cuando comienza a esclarecer, hermosa como la luna, escogida como el sol y terrible como los escuadrones de los ejércitos bien ordenados? (cf. Ct 6, 10).
Cuál sería, pues, aquí la alegría de los ángeles, acordándo-se que por medio de esta Señora fueron sus sillas reparadas? Cuál la de los profetas, viendo ya presente con sus ojos la que tantos años antes habían visto en espíritu? Cuál la de los santos patriarcas, viendo aquella hija suya, cuyo resplandor alumbraba sus almas, cuya esperanza sostenía sus vidas e cuya memoria los conslaba en su destierro?
De esta manera, pues, fue recibida y llevada esta Virgen santísima al trono que le tenía Dios ab aeterno aparejado.
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